Asar unas sardinas, a la parrilla, a la plancha, no tiene ningún secreto. Hacerlas en casa lo que tiene es un inconveniente, el olor que dejan.
Aunque no estamos en temporada de sardina, de vez en cuando se ven en la pescadería unas sardinas estupendas, fresquísimas, y es difícil no caer en la tentación.
No son aún de gran tamaño, pero son muy sabrosas. Y hechas de esta manera podemos disfrutarlas sin los incómodos olores. Se hacen al horno entre papel de aluminio (no en papillote).
Ingredientes:
Sardinas.
Aceite.
Sal gorda.
Pueden hacerse enteras sin quitarles cabeza ni vísceras, pero para hacerlas en casa es mejor limpiarlas, sin insistir mucho en quitar las escamas, simplemente quitar la cabeza y limpiarlas bien de tripa.
Forramos con papel de aluminio una fuente de horno, dejando por un lado un buen trozo de albal para tapar.
Pincelamos con aceite el fondo de la fuente y ponemos las sardinas extendidas.
Salamos con sal gruesa y tapamos, cerrando bien, pero sin que el papel se pegue a las sardinas (para que no se estropee la piel).
Metemos al horno a 200º unos diez minutos (dependerá del tamaño y de la cantidad de sardinas)
Sacamos y destapamos. Si preferimos más crujientes las ponemos dos minutos más al horno destapadas.
Sacamos a la fuente de servir o al plato.
Pueden acompañarse de una ensalada verde, una ensalada de tomate o mi acompañamiento preferido, unos cachelos (patatas cocidas) con un hilo de aceite.
Espero que os guste.