La primera aplicación bastante obvia de la yema confitada son las yemas, yemitas, yemas de Santa Teresa… distintos nombres para estas bolitas de yema confitada.
Partimos de la yema confitada ya fría:
espolvoreamos la superficie de trabajo con azúcar y vamos amasando la yema incorporando azúcar hasta que quede manejable sin pegarse a los dedos.
Hacemos bolitas y las pasamos por azúcar. Las ponemos en cápsulas.
Cuando hayamos terminado de hacer las yemas ya podríamos decir que están listas,
pero particularmente me gusta acabarlas con un toque de tostado con la pala.
Espero que os guste.