Una receta hecha con el relleno de aprovechamiento, unas empanadillas.
Un repaso rápido del relleno:
El relleno lo tenemos, ahora vamos con la otra parte de la empanadilla, las obleas. Antes se hacía en casa la masa. Recuerdo vagamente a mi madre batiendo vino blanco y aceite… pero ahí queda la cosa. Yo siempre compro las obleas, y hasta hace poco usaba las de La Cocinara como casi todo el mundo porque eran las únicas que había en la mayoría de las tiendas.
Un día descubrí estas en Carrefour y fue un amor a primera vista. Como no soy sospechosa de poner publicidad en el blog, puedo recomendároslas, porque hay una gran diferencia.
Con el relleno y la oblea, el resto de la receta es coser y cantar.
Extendemos las obleas y ponemos una buena cucharada de relleno (estas obleas son grandes) sobre la mitad de la empanadilla. Doblamos la otra mitad para cerrarla. Si no vamos a hacerle un repulgue humedecemos los bordes para sellarlas y con un tenedor presionamos los bordes.
A mí me gustan con un repulgue, no hay que andar humedeciendo y aplastando con el tenedor y no hay riesgo de pinchralas ni de que se abran. Simplemente se cierran y cogiendo las dos masas (arriba y abajo) doblamos hacia adentro presionando con el dedo, así todo el borde.
Se fríen en aceite caliente, pero no que esté humeante, primero por un lado y damos la vuelta para que se haga por el otro. Hasta que esté doraditas.
Esta masa no coge tanto color y se pasa de dorado si la friamos a temperatura media.Se sacan sobre papel de cocina antes de pasarlas al plato.
Espero que os guste.